Miércoles 27 de septiembre – LA UNIDAD DE LA FE

EFESIOS EN EL CORAZÓN “Porque por gracia han sido salvados por la fe. Y esto no proviene de ustedes, sino…

 Miércoles 27 de septiembre – LA UNIDAD DE LA FE

EFESIOS EN EL CORAZÓN

“Porque por gracia han sido salvados por la fe. Y esto no proviene de ustedes, sino que es el don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe; porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, que Dios de antemano preparó para que anduviésemos en ellas” (Efe. 2:8-10).

Miércoles: 27 de septiembre

LA UNIDAD DE LA FE

En Efesios 4, Pablo pide a los creyentes que dejen de hacer algunas cosas y que se aseguren de hacer otras. ¿Cuáles son?

 

Efesios 4

 

1 Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres. Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? 10 El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. 11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; 14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, 15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, 16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor. 17 Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, 18 teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; 19 los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. 20 Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, 21 si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. 22 En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, 23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente, 24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. 25 Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. 26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, 27 ni deis lugar al diablo. 28 El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. 29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. 30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. 31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. 32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Efesios 4 empieza y termina con llamados a cuidar unos de otros como miembros de la iglesia (Efe. 4:1–3, 32). Entre estas invitaciones, Pablo brinda un fuerte apoyo a la idea de que debemos fomentar la unidad en la iglesia. Comienza enumerando siete “unos”: hay un cuerpo, un Espíritu, una esperanza, un Señor (Jesucristo), una fe, un bautismo, un Dios y Padre (Efe. 4:4–6). Estamos vinculados por estas realidades espirituales. Es más, estamos unidos.

Si bien la unidad es una certeza teológica, requiere esfuerzo de nuestra parte. Así, siempre debemos ser “solícitos en guardar la unidad del Espíritu” (Efe. 4:3). Una forma en que cada uno de nosotros puede lograrlo es siendo una “parte” activa del cuerpo de Cristo (Efe. 4:7–16). Cada miembro es una parte del cuerpo y debe contribuir a su robustez con sus dones (Efe. 4:7, 16); y todos deberían beneficiarse de la obra de los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros (Efe. 4:11, 12). Estos, como ligamentos y tendones, tienen una función unificadora que nos ayuda a crecer juntos en Cristo, que es la cabeza del cuerpo (Efe. 4:13, 15).

En su momento, Pablo también les advirtió “que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por cualquier viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia los artificios del error” (Efe. 4:14); palabras que claramente sugieren que la iglesia primitiva enfrentó algunas luchas internas por causa de “estratagemas de hombres”.

A medida que Pablo avanza hacia su llamado final –“sean benignos, compasivos unos con otros, perdonándose unos a otros, como también Dios los perdonó en Cristo” (Efe. 4:32)– pide a los creyentes que eviten su antigua dureza de corazón (Efe. 4:17–24), la ira y las palabras ásperas, y que sustituyan esto por un lenguaje que edifique e imparta gracia (Efe. 4:25–31).

Este capítulo sobre la unidad es bastante fácil de leer cuando las cosas están en paz. Es más difícil (e importante) leerlo cuando nos vemos envueltos en algún conflicto. ¿Recuerdas hoy vivir la unidad del cuerpo de Cristo, unidad por la que él murió?

¿De qué manera podemos contribuir a la unidad de nuestra iglesia, tanto a nivel local como mundial? ¿Por qué es importante que hagamos lo que podamos?

Comentarios Elena G.W

En el cuarto capítulo de Efesios se revela tan clara y sencillamente el plan de Dios, que todos sus hijos pueden aferrarse de la verdad. Aquí se presenta claramente el medio que él ha establecido para mantener la unidad en su iglesia: que sus miembros revelen al mundo una sana experiencia religiosa…

La santidad es la dádiva de Dios por medio de Cristo. Los que reciben al Salvador, se convierten en hijos de Dios. Son sus hijos espirituales, nacidos de nuevo, renovados en justicia y verdadera santidad. Su mente se ha cambiado. Con visión más clara contemplan las realidades eternas…

Nuestro propósito debiera ser infundir toda la amabilidad posible en nuestra vida y hacer todos los favores posibles a los que nos rodean. Las palabras bondadosas nunca se pierden. Jesús las registra como si hubieran sido dirigidas a él mismo. Sembrad semillas de bondad, de amor y de ternura, y florecerán y darán fruto (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 6, pp. 1 116-1118).

No es cosa de poca monta transformar una mente terrenal que ama el pecado, e inducirla a comprender el indescriptible amor de Cristo, los encantos de su gracia y la excelencia de Dios, de tal manera que el alma se impregne del amor divino y sea cautivada por los misterios celestiales… Tiene una mente nueva, nuevos afectos, nuevo interés, nueva voluntad; sus tristezas, deseos y amor, son todos nuevos… Considera ahora toda las riquezas y gloria del cielo que antes no le atraía, y lo contempla como su patria futura, donde verá, amará y alabará a Aquel que la ha redimido con su sangre preciosa (La fe por la cual vivo, p. 141).

La unidad cristiana constituye una fuerza poderosa. Proclama a los cuatro vientos que quienes la manifiestan son hijos de Dios. Ejerce una influencia irresistible sobre el mundo, revelando que a pesar de nuestras características humanas podemos ser «participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de las pasiones». 2 Pedro 1:4. Tenemos que ser uno con nuestros semejantes y con Cristo, y, en Cristo, uno con Dios. Entonces se podrá decir de nosotros: «Ustedes han alcanzado la plenitud». Colosenses 2:10, LPH…

Y cada cual debe ocupar el lugar que se le asigne y hacer la obra que se le haya encomendado. Dios ruega a todos los miembros de su iglesia que reciban el Espíritu Santo, que nos unamos fraternalmente, y que seamos solidarios…

No hay nada que debilite la iglesia de modo más evidente que la desunión y las rencillas. No hay nada que se oponga a Cristo y a la verdad como eso (Mi vida hoy, p. 280).

Elena G.W

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