Sábado 23 de marzo – ¡ESPERA EN EL SEÑOR!

¡ESPERA EN EL SEÑOR! “¡Espera en el Señor! ¡Esfuérzate y aliéntese tu corazón! ¡Espera en el Señor!” (Sal. 27:14). Sábado:…

 Sábado 23 de marzo – ¡ESPERA EN EL SEÑOR!

¡ESPERA EN EL SEÑOR!

“¡Espera en el Señor! ¡Esfuérzate y aliéntese tu corazón! ¡Espera en el Señor!” (Sal. 27:14).

Sábado: 23 de marzo

¡ESPERA EN EL SEÑOR!

Hemos llegado a la última semana de este trimestre, en el que estudiamos los salmos. En este viaje espiritual, pasamos por la experiencia del sobrecogimiento ante el majestuoso Creador, Rey y Juez; por el gozo de la liberación divina, el perdón y la salvación; por momentos de entrega en el dolor y el lamento; y por las gloriosas promesas de la presencia eterna de Dios y el anhelo de la adoración perpetua y universal a Dios. Sin embargo, el viaje continúa mientras vivamos en la esperanza de la venida del Señor, cuando nuestro anhelo de Dios hallará su cumplimiento definitivo. Si hay una nota final que podamos extraer de los salmos, debería ser “espera en el Señor”.

Esperar en el Señor no es una espera ociosa ni desesperada. Al contrario, esperar en el Señor es un acto lleno de confianza y fe; una confianza y una fe que se revelan en la acción. Esperar en el Señor transforma nuestras noches tenebrosas con la expectación de la mañana radiante (Sal. 30:5; 143:8). Fortalece nuestro corazón con una esperanza y una paz renovadas. Nos motiva a trabajar con más ahínco al traer las gavillas de la abundante cosecha de los campos misioneros del Señor (Sal. 126:6; Mat. 9:36-38). Esperar en el Señor nunca nos avergonzará, sino que se recompensará con creces, porque el Señor es fiel a todas sus promesas (Sal. 37:7-11, 18, 34; 71:1; 119:137, 138).

Comentarios Elena G.W

Recordemos que la oración es la fuente de nuestra fuerza. Un obrero no puede tener éxito mientras repite apresuradamente sus oraciones, para precipitarse luego a atender algo que teme pueda quedar descuidado u olvidado. Dedica solamente unos pocos pensamientos apresurados a Dios, no toma tiempo para meditar, orar y aguardar del Señor una renovación de la fuerza física y espiritual. Pronto se cansa. No siente la influencia elevadora e inspiradora del Espíritu de Dios. No queda vigorizado por una vida nueva. Su cuerpo y cerebro cansados no son aquietados por el contacto personal con Cristo.

«Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón: sí, espera a Jehová». «Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová» Salmo 27: 14; Lamentaciones 3:26. Hay quienes trabajan todo el día y hasta tarde en la noche para hacer lo que les parece que debe ser hecho. El Señor mira con lástima a estos cansados portadores de cargas y les dice: «Venid a mí… y yo os haré descansar». Mateo 11:28 (Testimonios para la iglesia, t. 7, p. 231).

Esperemos todos en el Señor, y él nos enseñará cómo trabajar. Nos revelará la obra para la que estamos mejor adaptados. Esto no inducirá a los hombres a iniciar algo con espíritu independiente, a predicar nuevas teorías. En este tiempo, cuando Satanás está tratando de anular la ley de Dios por medio de la exaltación de la falsa ciencia, necesitamos guardarnos muy cuidadosamente de todo lo que tienda a disminuir nuestra fe y a dispersar nuestras fuerzas. Como colaboradores de Dios debemos estar en armonía con la verdad y con nuestros hermanos. Debe haber consultas y cooperación.

Aun en medio de los mayores engaños de los últimos días, cuando se están por realizar milagros engañosos a la vista de los hombres en apoyo de teorías satánicas, tenemos el privilegio de escondernos en Cristo Jesús. Es posible que busquemos y obtengamos salvación. Y en este tiempo extraordinariamente peligroso debemos aprender a permanecer solos, con nuestra fe fija, no en la palabra del hombre, sino en las seguras promesas de Dios (Testimonios para los ministros, pp. 490, 491).

Muchos aun en sus momentos de devoción, no reciben la bendición de la verdadera comunión con Dios. Están demasiado apremiados. Con pasos presurosos penetran en la amorosa presencia de Cristo y se detienen tal vez un momento, mas no esperan consejo. No tienen tiempo para permanecer con el divino Maestro. Vuelven con sus preocupaciones al trabajo…

Nuestra necesidad no consiste en detenernos un momento en su presencia, sino en tener relación personal con Cristo, sentarnos en su compañía (La fe por la cual vivo, p. 227).

Elena G.W

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