Lunes 6 de mayo – PERÍODOS PROFÉTICOS – LOS DOS TESTIGOS

LOS DOS TESTIGOS “ ‘La hierba se seca, la flor se cae; pero la palabra de nuestro Dios permanece para…

 Lunes 6 de mayo – PERÍODOS PROFÉTICOS – LOS DOS TESTIGOS

LOS DOS TESTIGOS

“ ‘La hierba se seca, la flor se cae; pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre’ ” (Isa. 40:8).

Lunes: 6 de mayo

PERÍODOS PROFÉTICOS

Compara Apocalipsis 11:3 con 12:5, 6, 14 y 15; y Daniel 7:25. ¿Qué similitudes ves en estos períodos proféticos?

 

Apocalipsis 11:3

Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio.

 

Apocalipsis 12:5-6 y 14-15

Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días.

14 Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo. 15 Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río.

 

Daniel 7:25

25 Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo.

Los dos testigos “profetizarán vestidos de saco durante mil doscientos sesenta días” (Apoc. 11:3). Este es el mismo período que los 42 meses durante los cuales los “gentiles” (los que se oponen a la verdad de Dios) pisotearán la ciudad santa (Apoc. 11:2). Los enemigos de Dios pisotean la verdad de Dios durante 1.260 días (42 x 30 = 1.260; cada día simboliza un año en la profecía apocalíptica); y los dos testigos de Dios, el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, profetizan contra ellos durante este mismo tiempo.

Como ya hemos visto (ver lección 4), Daniel 7:25 dice que el poder del cuerno pequeño, que surgiría de la desintegración del Imperio Romano, perseguiría al pueblo de Dios “por un tiempo, dos tiempos y medio tiempo”. Un “tiempo” es un año (360 días). Por lo tanto, tres veces y media equivalen a 1.260 días.

Apocalipsis 12:6 y 13 habla de 1.260 días de persecución para el pueblo de Dios. Apocalipsis 12:14 habla de un tiempo, dos tiempos y medio tiempo. Apocalipsis 13:5 habla de 42 meses. En Apocalipsis 11:2 y 3, encontramos que se mencionan tanto los 42 meses como los 1.260 días. Todas estas profecías describen diferentes aspectos del mismo período histórico.

Cuando se descuida la autoridad de las Escrituras, emergen otras autoridades (humanas) en su lugar. Esto a menudo conduce a la persecución de quienes defienden la Palabra de Dios, lo que sucedió durante el tiempo de la dominación papal, desde 538 d.C. hasta 1798 d.C., cuando la iglesia medieval descendió a una profunda oscuridad espiritual. Los decretos de los hombres sustituyeron a los mandamientos de Dios. Las tradiciones humanas eclipsaron la sencillez del evangelio. La Iglesia Romana se unió al poder secular para extender su autoridad sobre toda Europa.

Durante estos 1.260 años, la Palabra de Dios (sus dos testigos) se vistió de cilicio. Sus verdades quedaron ocultas bajo un vasto cúmulo de tradiciones y rituales. Estos dos testigos seguían profetizando; la Biblia seguía hablando. Aun en medio de esta oscuridad espiritual, la Palabra de Dios se conservó. Había quienes la apreciaban y vivían según sus preceptos. Pero, en comparación con las masas de Europa, eran pocos. Los valdenses, Juan Hus, Jerónimo, Martín Lutero, Ulrico Zwinglio, Juan Calvino, Juan y Carlos Wesley, y una multitud de otros reformadores, fueron fieles a la Palabra de Dios tal como ellos la entendían.

¿Cuáles son algunas de las enseñanzas actuales, que muchos cristianos defienden, que se basan en la tradición y no en la Palabra de Dios?

Comentarios Elena G.W

La historia de las naciones nos habla a nosotros hoy. Dios asignó a cada nación e individuo un lugar en su gran plan. Hoy los hombres y las naciones son probados por la plomada que está en la mano de Aquel que no comete error. Por su propia elección, cada uno decide su destino, y Dios lo rige todo para cumplir sus propósitos.

Al unir un eslabón con otro en la cadena de los acontecimientos, desde la eternidad pasada a la eternidad futura, las profecías que el gran YO SOY dio en su Palabra nos dicen dónde estamos hoy en la procesión de los siglos y lo que puede esperarse en el tiempo futuro. Todo lo que la profecía predijo como habiendo de acontecer hasta el momento actual, se lee cumplido en las páginas de la historia, y podemos tener la seguridad de que todo lo que falta por cumplir se realizará en su orden…

La Biblia, y tan solo la Biblia, presenta una visión correcta de estas cosas. En ella se revelan las grandes escenas finales de la historia de nuestro mundo, acontecimientos que ya se anuncian, y cuya aproximación hace temblar la tierra y desfallecer de temor los corazones de los hombres (Profetas y reyes, pp. 393, 394).

Hay que estudiar diligentemente las profecías de Daniel y Juan.

Viven actualmente algunas personas que, mediante el estudio de las profecías de Daniel y Juan, recibieron gran luz de Dios al pasar por lugares donde profecías especiales estaban en proceso de cumplimiento en el orden correspondiente. Proclamaron el mensaje del tiempo a la gente. La verdad brilló nítidamente como el sol en el mediodía. Se expusieron ante la gente los acontecimientos históricos que mostraban el cumplimiento directo de la profecía, y se vio que las profecías constituían una delineación simbólica de los acontecimientos que conducen al final de la historia terrena. Las escenas relacionadas con la obra del hombre de pecado constituyen las últimas características claramente reveladas en la historia de este planeta. El pueblo tiene ahora un mensaje especial para predicar al mundo: el mensaje del tercer ángel (Mensajes selectos, t. 2, p. 116).

La substitución de los mandamientos de Dios por los preceptos de los hombres no ha cesado… Los hombres se aferran a sus tradiciones, reverencian sus costumbres y alimentan odio contra aquellos que tratan de mostrarles su error. En esta época, cuando se nos pide que llamemos la atención a los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, vemos la misma enemistad que se manifestó en los días de Cristo…

Todos aquellos que aceptan la autoridad humana, las costumbres de la iglesia, o las tradiciones de los padres, presten atención a la amonestación que encierran las palabras de Cristo: «En vano me honran, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres» (El Deseado de todas las gentes, pp. 363, 364).

Elena G.W

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