Sábado 8 de abril – EL EVANGELIO ETERNO

EL EVANGELIO ETERNO “Entonces vi otro ángel que volaba por el cielo con el evangelio eterno para predicarlo a los…

 Sábado 8 de abril – EL EVANGELIO ETERNO

EL EVANGELIO ETERNO

“Entonces vi otro ángel que volaba por el cielo con el evangelio eterno para predicarlo a los que habitan en la Tierra, a toda nación y tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6).

Sábado: 8 de Abril

EL EVANGELIO ETERNO

Antiguamente, cuando las naciones que rodeaban a los israelitas eran politeístas ya que adoraban a varios “dioses” de madera y de piedra, Israel tenía una declaración de fe explícita, identificable y poderosa que se encuentra en Deuteronomio 6:4: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor es uno solo”.

A lo largo de los siglos, el canto de la Shemá (el nombre de la oración que se basa en la palabra hebrea para “Escucha”) recordó a los judíos la visión espiritual que los unía como pueblo y que fortaleció su determinación de mantener su identidad peculiar como adoradores del único Dios verdadero.

Para los adventistas del séptimo día, el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14 es nuestra Shemá. Esta es nuestra declaración de fe que nos identifica. Define quiénes somos como pueblo y describe nuestra misión ante el mundo. En resumen, nuestra identidad profética única se describe en Apocalipsis 14:6 al 12, y es allí donde hallamos nuestra pasión por proclamar el evangelio al mundo.

En la lección de esta semana, comenzaremos un estudio detallado de Apocalipsis 14:6 al 12, pero lo haremos mediante los ojos de la gracia mientras escuchamos que Dios nos habla al corazón.

Comentarios Elena G.W

La obra de Dios es la misma en todos los tiempos, aunque hay distintos grados de desarrollo y diferentes manifestaciones de su poder para suplir las necesidades de los hombres en los diferentes siglos. Empezando con la primera promesa evangélica, y siguiendo a través de las edades patriarcal y judía, para llegar hasta nuestros propios días, ha habido un desarrollo gradual de los propósitos de Dios en el plan de la redención. El Salvador simbolizado en los ritos y ceremonias de la ley judía es el mismo que se revela en el evangelio. Las nubes que envolvían su divina forma se han esfumado; la bruma y las sombras se han desvanecido; y Jesús, el Redentor del mundo, aparece claramente visible. El que proclamó la ley desde el Sinaí, y entregó a Moisés los preceptos de la ley ritual, es el mismo que pronunció el sermón sobre el monte. Los grandes principios del amor a Dios, que él proclamó como fundamento de la ley y los profetas, son solo una reiteración de lo que él había dicho por medio de Moisés al pueblo hebreo: «Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todo tu poder». Y «amarás a tu prójimo como a ti mismo». Deuteronomio 6:4, 5; Levítico 19:18. El Maestro es el mismo en las dos dispensaciones. Las demandas de Dios son las mismas. Los principios de su gobierno son los mismos. Porque todo procede de Aquel «en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación» Santiago 1:17 (Historia de los patriarcas y profetas, p. 390). Cristo viene por segunda vez con poder para salvación. Ha enviado los mensajes de los ángeles primero, segundo y tercero para preparar a los seres humanos para dicho acontecimiento. Estos ángeles representan a los que reciben la verdad y presentan el evangelio al mundo con poder (La verdad acerca de los ángeles, p. 251). [El mensaje de los tres ángeles] es un mensaje de prueba. Admitido en corazones honestos, resultará ser un antídoto para todos los pecados y pesares del mundo. Ninguna condición de clima, de pobreza, de ignorancia o de prejuicio puede impedir su eficiencia, o disminuir su adaptabilidad a las necesidades de la humanidad. La proclamación del gran mensaje evangélico es tarea de los discípulos de Cristo. Algunos trabajarán por esto de una manera, y otros llevarán a cabo otro aspecto de la obra, según el Señor los llame y dirija individualmente. No todos tienen el mismo lineamiento de trabajo, pero todos pueden unirse en sus esfuerzos. La Palabra del Dios vivo debe proclamarse en toda la tierra. El evangelio ha de exponerse con gran poder, señalado por manifestaciones prácticas del Espíritu de Dios. Nuestros obreros han de ser medios vivientes para revelar el propósito de Dios al llamarlos a su obra. La palabra del evangelio glorioso ha de ser predicada en su alcance divino. De viva voz y por hechos amables y compasivos hemos de ejemplificar los principios del evangelio (Alza tus ojos, p. 275).

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