Jueves 28 de marzo – LA ALEGRÍA LLEGA POR LA MAÑANA – ¡ESPERA EN EL SEÑOR!

¡ESPERA EN EL SEÑOR! “¡Espera en el Señor! ¡Esfuérzate y aliéntese tu corazón! ¡Espera en el Señor!” (Sal. 27:14). Jueves:…

 Jueves 28 de marzo – LA ALEGRÍA LLEGA POR LA MAÑANA – ¡ESPERA EN EL SEÑOR!

¡ESPERA EN EL SEÑOR!

“¡Espera en el Señor! ¡Esfuérzate y aliéntese tu corazón! ¡Espera en el Señor!” (Sal. 27:14).

Jueves: 28 de marzo

LA ALEGRÍA LLEGA POR LA MAÑANA

Lee Salmos 5:3; 30:5; 49:14; 59:16; 92:2; 119:147; 2 Pedro 1:19; y Apocalipsis 22:16. ¿Qué momento del día se describe simbólicamente como el momento de la redención divina, y por qué?

 

Salmos 5:3

Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; De mañana me presentaré delante de ti, y esperaré.

 

Salmos 30:5

Porque un momento será su ira, Pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, Y a la mañana vendrá la alegría.

 

Salmos 49:14

14 Como a rebaños que son conducidos al Seol, La muerte los pastoreará, Y los rectos se enseñorearán de ellos por la mañana; Se consumirá su buen parecer, y el Seol será su morada.

 

Salmos 59:16

16 Pero yo cantaré de tu poder, Y alabaré de mañana tu misericordia; Porque has sido mi amparo Y refugio en el día de mi angustia.

 

Salmos 92:2

Anunciar por la mañana tu misericordia, Y tu fidelidad cada noche,

 

Salmos 119:147

147 Me anticipé al alba, y clamé; Esperé en tu palabra.

 

2 Pedro 1:19

19 Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;

 

Apocalipsis 22:16

16 Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.

En los salmos, la mañana es generalmente el momento en que se anhela la redención de Dios. La mañana revela el favor de Dios, que pone fin a la larga noche de desesperación y angustia (Sal. 130:5, 6). En Salmo 143, la liberación de Dios invertirá la oscuridad presente de la muerte (Sal. 143:3) en la luz de una nueva mañana (Sal. 143:8); y el estar en la fosa (Sal. 143:7), en residir en la “tierra de rectitud” (Sal. 143:10).

Lee Marcos 16:1 al 8. ¿Qué sucedió en la mañana de la que se habla aquí, y por qué es tan importante para nosotros?

 

Marcos 16:1-8

1 Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande. Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo. Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo.

La mañana de la resurrección de Jesucristo abrió las puertas a la mañana eterna de la salvación de Dios para todos los que creen en su nombre. Los discípulos de Jesús experimentaron toda la fuerza de la promesa de Salmo 30:5: “El llanto puede durar una noche, pero a la mañana viene la alegría”, cuando se encontraron con el Señor resucitado. Únicamente por el favor y el amor incondicional de Dios, nuestro llanto se transforma en alegría (Sal. 30:5, 7).

Como la estrella de la mañana anuncia el nacimiento de un nuevo día, así la fe anuncia la nueva realidad de la vida eterna en los hijos de Dios (2 Ped. 1:19). A Jesús se lo llama la estrella resplandeciente de la mañana (Apoc. 22:16), a quien esperamos ansiosamente para que establezca su Reino, en el que ya no habrá noche, maldad ni muerte (Apoc. 21:1-8, 25). A fin de cuentas, más que ninguna otra cosa, esto es lo que esperamos cuando hablamos de esperar en el Señor. Y, por cierto, la espera merece la pena.

“Sobre la tumba abierta de José, Cristo había proclamado triunfante: ‘Yo soy la resurrección y la vida’. Únicamente la Deidad podía pronunciar esas palabras. Todos los seres creados viven por la voluntad y el poder de Dios. Son receptores dependientes de la vida de Dios. Desde el más sublime serafín hasta el ser animado más insignificante, todos son abastecidos por la Fuente de vida. Solo el que es uno con Dios podía decir: ‘Tengo poder para poner mi vida, y tengo poder para tomarla de nuevo’. En su divinidad, Cristo poseía el poder para romper las ligaduras de la muerte” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 729).

Se ha dicho que la muerte está grabada en nuestras células desde el nacimiento. Aunque sea cierto, al menos para nosotros, seres caídos, ¿qué nos ha prometido la resurrección de Jesús acerca de la temporalidad de la muerte? ¿Por qué no debemos olvidar nunca lo temporal que es la muerte para nosotros?

Comentarios Elena G.W

Cuando la luz del cielo resplandece sobre el instrumento humano, su rostro expresará la alegría del Señor que mora en su alma. Es la ausencia de Cristo en el alma la que hace que la gente se entristezca y albergue dudas en su mente. Es la carencia de Cristo lo que entristece el rostro y hace de la vida un peregrinaje de suspiros. La alegría es la clave de la Palabra de Dios para todos los que la reciben. ¿Por qué? Porque tienen la luz de la vida. La luz da alegría y regocijo, y este último se manifiesta en la vida y el carácter (Hijos e hijas de Dios, p. 202).

La fe en el amor de Dios y en su providencia soberana alivia las cargas de ansiedad y cuidado. Llena de regocijo y de contento el corazón de los encumbrados y los humildes. La religión tiende directamente a fomentar la salud, alargar la vida y realzar nuestro goce de todas sus bendiciones. Abre al alma una fuente inagotable de felicidad.

¡Ojalá que todos aquellos que no han escogido a Cristo se dieran cuenta de que él tiene algo que ofrecerles que es mucho mejor de lo que ellos buscan! El hombre hace a su propia alma el mayor daño e injusticia cuando piensa y obra en forma contraria a la voluntad de Dios. No se puede hallar gozo verdadero en la senda prohibida por Aquel que sabe en qué consiste lo mejor, y procura el bien de sus criaturas. El sendero de la transgresión lleva a la miseria y a la perdición; pero los caminos de la sabiduría «son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz». Proverbios 3: 17 (Historia de los patriarcas y profetas, p. 650).

¡Qué cambio el que se efectuó en los corazones de los discípulos cuando contemplaron una vez más el amado semblante de su Maestro! Lucas 24:32… Habían comprobado la sabiduría y poder de Dios, y estaban persuadidos de «que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni poderes, ni cosas presentes, ni cosas por venir, ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna otra cosa creada» podría apartarlos «del amor de Dios, que es en Cristo Jesús nuestro Señor». «En todas estas cosas —decían— somos vencedores, y más aún, por medio de Aquel que nos amó». «La Palabra del Señor permanece para siempre». Y «¿quién es el que condena? ¡Cristo Jesús es el que murió; más aún, el que fue levantado de entre los muertos; el que está a la diestra de Dios; el que también intercede por nosotros!» Romanos 8:38, 39, 37…

El Señor dice:… «Una noche podrá durar el lloro, mas a la mañana vendrá la alegría». Salmo 30:5 (VM). Cuando en el día de su resurrección estos discípulos encontraron al Salvador, y sus corazones ardieron al escuchar sus palabras; cuando miraron su cabeza, sus manos y sus pies que habían sido heridos por ellos; cuando antes de su ascensión, Jesús les llevara hasta cerca de Betania y, levantando sus manos para bendecirlos, les dijera: «Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura», y agregara: «He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Marcos 16: 15; Mateo 28:20) entonces, aunque la senda que seguían, como la que siguiera su Maestro, fuera la senda del sacrificio y del martirio, ¿habrían ellos acaso cambiado el ministerio del evangelio de gracia, con la «corona de justicia» … Aquel «que es poderoso para hacer infinitamente más de todo cuanto podemos pedir, y aun pensar», les había concedido con la participación en sus sufrimientos, la comunión de su gozo, el gozo de «llevar muchos hijos a la gloria», dicha indecible, «un peso eterno de gloria», al que, dice San Pablo, nuestra «ligera aflicción que no dura sino por un momento», no es «digna de ser comparada» (El conflicto de los siglos, pp. 349, 350).

Elena G.W

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